miércoles, 25 de marzo de 2009

Oración

Como en alguna ocasión me habréis oído decir uno de mis escritores favoritos es el donostiarra Fernando Savater. En cierta ocasión, Guillermo Cabrera Infante, autor cubano ya fallecido, escribió que Savater era el mejor prosista vivo en castellano. Aunque este tipo de afirmaciones son siempre un poco aventuradas me atrevería a suscribir su opinión. El caso es que a Savater debo agradecer el heberme conducido a innumerables lecturas, entre otras a la de un escritor francés del que, para deleite de las masas, paso a transcribir esta hermosísima "oración" que figura en su "Tratado sobre la tolerancia", un libro escrito cuando la intolerancia de algunos te podía llevar fácilmente a presidio.
Dejo para los más curiosos adivinar la identidad del susodicho escritor.


"Ya no es por lo tanto a los hombres a los que me dirijo, es a ti, Dios de todos los seres, de todos los mundos y de todos los tiempos: si está permitido a unas débiles criaturas perdidas en la inmensidad e imperceptibles al resto del universo osar pedir­te algo, a ti que lo has dado todo, a ti cuyos decretos son tan inmutables como eternos, dígnate mirar con piedad los errores inherentes a nuestra naturaleza; que esos errores no sean cau­santes de nuestras calamidades. Tú no nos has dado un corazón para que nos odiemos y manos para que nos degollemos; haz que nos ayudemos mutuamente a soportar el fardo de una vida penosa y pasajera; que las pequeñas diferencias entre los vesti­dos que cubren nuestros débiles cuerpos, entre todos nuestros idiomas insuficientes, entre todas nuestras costumbres ridícu­las, entre todas nuestras leyes imperfectas, entre todas nuestras opiniones insensatas, entre todas nuestras condiciones tan des­proporcionadas a nuestros ojos y tan semejantes ante ti; que todos esos pequeños matices que distinguen a los átomos lla­mados hombres no sean señales de odio y persecución; que los que encienden cirios en pleno día para celebrarte soporten a los que se contentan con la luz de tu sol; que aquellos que cubren su traje con una tela blanca para decir que hay que amarte no detesten a los que dicen la misma cosa bajo una capa de lana negra; que dé lo mismo adorarte en una jerga formada de una antigua lengua o en una jerga más moderna; que aquellos cuyas vestiduras están teñidas de rojo o violeta, que mandan en una pequeña parcela de un pequeño montón de barro de este mundo y que poseen algunos fragmentos redondeados de cier­to metal, gocen sin orgullo de lo que llaman grandeza y riqueza y que los demás los miren sin envidia: porque Tú sabes que no hay en estas vanidades ni nada que envidiar ni nada de que enorgullecerse.¡Ojalá todos los hombres se acuerden de que son herma­nos! ¡Que odien la tiranía ejercida sobre sus almas como odian el latrocinio que arrebata a la fuerza el fruto del trabajo y de la industria pacífica! Si los azotes de la guerra son inevitables, no nos odiemos, no nos destrocemos unos a otros en el seno de la paz y empleemos el instante de nuestra existencia en bendecir por igual, en mil lenguas diversas, desde Siam a California, tu bondad que nos ha concedido ese instante."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Puede ser ese "susodicho escritor" el francés Voltaire?

Manuel Álvarez 2º Bto dijo...

Me dijo Mercedes que había en este blog una entrada sobre las serendipias literarias. No la he encontrado así que escribo aquí: creo que se dan cuando un escritor, sin intenciones de hacerlo, anticipa algún invento o innovación que no es propio de su época. Por ejemplo, Julio Verne, habla de "La vuelta al mundo en 80 días". Evidentemente ahora esto es totalmente posible aunque no lo era en su época. Lo mismo pasa con su "Viaje a la luna".
Otro ejemplo es "Las aventuras de Arthur Gordon Pym" donde Edgar Allan Poe relata la historia de cuatro supervivientes a un naufragio que, acuciados por el hambre, se ven obligados a matar a uno de ellos, un grumete, para sobrevivir practicando el canibalismo. Hasta ahí todo correcto, otro intrincado fruto de la obra de este catacrack de las letras y relatos escabrosos. Sin embargo, 34 años después de haberse escrito y editado el relato, la obra de Poe traspasó el plano de la realidad con toda exactitud de detalles, hasta tal punto, que el grumete sacrificado tenía el mismo nombre, Richard Parker.

Otra serendipia fuera del ámbito literario: Hugh Williams. El 15 de diciembre de 1664 se hunde un barco frente a las costas de Gales. Mueren 82 personas, y hay un solo superviviente llamado Hugh Williams. El 5 de diciembre de 1785 ocurre una nueva desgracia náutica. Sesenta personas fallecen, y sólo hay un superviviente cuyo nombre es Hugh Williams. El 5 de agosto de 1860, en las costas escocesas, ocurre otro naufragio. Todos pierden la vida, excepto una persona llamada Hugh Williams.